lunes, 2 de septiembre de 2013

El Tiempo Por Vivir (mini preview 2)

<<Me di cuenta de que hacía un buen rato estaba allí parado con la mirada perdida frente al local, por lo que me sacudí el ensimismamiento de encima y luego, viendo el cartel que anunciaba el cierre del local para almorzar, me corrí a la puerta al costado del local y manipulé no sin esfuerzo una pesada aldaba de bronce. Varios minutos más tarde, un hombre abrió la puerta y me saludó cortésmente. Lucía como el negocio; vestido con ropas de buena confección pero de muchos años. Y era viejo, viejo, viejo, al estilo de esos ancianos orientales de  los que es imposible deducir su edad.
Al cabo me invitó a pasar, y lo seguí por un pasillo estrecho y oscuro, con viejos y mohosos ladrillos de un rojo oscurecido por el tiempo, y un piso de baldosas opacas de un indescriptible color terroso.  Terminaba el pasaje en una amplia habitación, donde me pidió que espere mientras traía el objeto. Durante ese lapso me dediqué a inspeccionar la habitación, que estaba adornada finamente con muebles de madera oscura. El piso era un damero blanco y negro, y el techo, abovedado, de un azul cielo. Todo el ambiente se disponía dentro del cuadrado de la habitación de una manera sobria, a pesar de lo abigarrado del amoblamiento. Cuando me disponía a sentarme en un banco de madera apoyado en un lateral de la habitación, el viejo volvió con una caja pequeña de madera.
- Esta pieza parece haber sido utilizada con sentido religioso, o al menos ritual, a juzgar por el cuidado que se han tomado en mantenerla a resguardo de todo daño.
- Si, los objetos que conservo están muchos más desgastados que el suyo. –observé mientras inspeccionaba la cruz.- ¿Ha decidido cuánto va a pedir por él?-
No llegué a escuchar la respuesta. De pronto sentí como una sacudida, como si alguien me hubiese empujado, o el piso me hubiera sido quitado de golpe. Las palabras que salían de la boca del anciano eran ininteligibles. Al poco dejó de hablar y se me quedó mirando. Luego la vista se me fue opacando y sentí que mis fuerzas me abandonaban; las rodillas se me doblaron y caí al suelo. Sobrevino la oscuridad, y todo fue silencio…

Desperté con un ardor en una mejilla. Instantáneamente recibí un golpe con la palma abierta en la otra mejilla, y comprendí que me estaban abofeteando violentamente. Abrí los ojos y miré a mi atacante. Intenté ponerme en pié pero una cuerda me unía a la silla en que estaba sentado. Luego de una segunda bofetada, cuando finalmente mi visión se aclaró lo suficiente para discernir lo que tenía enfrente, pude ver a un hombre bastante fornido y de estatura media, enfundado en un traje oscuro y corbata. Tras él, un poco más alejado, otro individuo con el mismo aspecto, aunque sin saco ni corbata, y con las mangas arremangadas, me miraba fijo. No salía de mi asombro ante la semblanza de novela de espionaje que tenía frente a mis ojos. Creo que en ese momento pudo más la curiosidad que el miedo ante lo bizarra que me resultaba la escena, por lo que pregunté con tono de asombro qué era lo que deseaban. Los dos hombres respondieron casi al unísono y sin vacilar.>>

Fragmento de El Tiempo Por Vivir. © 2010 Constantino Eneas.

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