domingo, 1 de septiembre de 2013

El Tiempo Por Vivir (mini preview).

<<Mi nombre es Gabriel Dante Uriarte, y esta, es la historia de como morí. Los que me han conocido dirían que morí como viví; luchando siempre denodadamente, aunque a veces sin un claro rumbo fijo. Sin embargo, no es a ellos a quienes en principio está dirigida esta historia. Los que no me conocen son los primeros destinatarios de ella. Sabrán aquí como morí, pero más importante aún, como viví…

Los hechos que fijaron el rumbo que desencadenaría finalmente en mi muerte comenzaron un mediodía, cuando me encaminaba a reunirme con un anticuario del barrio viejo de la ciudad, con el que quería discutir la compra de un objeto de su posesión que era parte de una colección iniciada años atrás por mi padre. Fue él quién comenzó el negocio de antigüedades que por ese entonces ocupaba mi tiempo. La colección a la que más interés demostró y la que a su vez menos progresó en vida de él fue esta de objetos de una cultura desconocida oriunda de estas mismas costas. Componíase en los últimos días de mi padre de apenas una media docena de objetos, todos de piedra tallada. Eran objetos de uso cotidiano; dos vasijas pequeñas, dos copas y pequeños elementos de agricultura, semejantes a palas. El objeto que quería negociar ese día consistía en el único elemento que llegó a mi conocimiento que no tuviese un uso profano; era una cruz de piedra, con extremos del mismo largo, parecida a la cruz griega.
Cuando llegué a la vieja tienda de antigüedades, me tomé unos minutos para husmear los objetos expuestos en la vidriera, y meditar lo que le iba a decir a mi interlocutor. Mi propio negocio no marchaba mucho mejor que el de él -a tenor del aspecto decadente del local.-  y no podía darme el lujo de gastar una cifra exorbitante para adquirir la cruz.
Durante ese breve instante reflexioné  acerca de cómo había llegado hasta allí. En aquella época atravesaba una gran crisis en mi vida. Aún no había podido formar una familia, lo cual era una constante preocupación dada la idea algo anticuada que tenía de la vida; seguramente herencia de mi padre, hombre muy conservador. El negocio de antigüedades no marchaba precisamente bien, y todos los meses debía llevar a cabo algunos malabares financieros para seguir trabajando. Por esos años había comenzado varios proyectos literarios, los cuales indefectiblemente se habían estancado y consecuentemente habían sido descartados luego de un tiempo. No estaba seguro de seguir con el negocio que había heredado, o de seguir con mis intentos de publicar; ni siquiera estaba seguro de querer formar una familia. En síntesis, estaba desorientado, sin saber que camino tomar. Fue entonces que redescubrí la vieja colección de objetos de mi padre, e inocentemente pensé que era un buen objetivo a corto plazo, para darle algo de sentido a mis días de ese entonces. Comencé a realizar algunas averiguaciones, aunque sin demasiado éxito. Tiempo más tarde, cuando empezaba a flaquear y barajar la posibilidad de renunciar a este desafío también, encontré el local frente al que hoy me hallaba parado.>>

Fragmento de El Tiempo Por Vivir. © 2010 Constantino Eneas.

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