sábado, 14 de septiembre de 2013

La Logia de San Juan, Cap. 1 (parte 1/2)

Aquí les dejo la primera parte del primer capítulo de La LOGIA de SAN JUAN. Pasen y vean...

<<“Et lux in tenebris lucet”
     [Y la luz en las tinieblas resplandece]. Juan 1:5


- Venerable maestro, a las puertas del templo llaman en el grado que trabajamos. –
- Querido hermano experto, si es el hermano maestro de ceremonias, acompañado del hermano recientemente exaltado, decidle que pase y se sirva ocupar su puesto.- Tronó una voz grave, que detentaba autoridad y mando.
- Así se hará.-

A la luz mortecina, que apenas rompía el velo de las tinieblas, un hombre alto y delgado, en su madurez, caminó pausada, rítmicamente, en pos de la entrada del lugar.
Ésta, que se hallaba flanqueada por dos gruesas columnas, era guardada por otro hombre que, de la misma manera que quien se le acercaba, portaba una espada desnuda en su mano derecha.
Al llegar el primero frente a éste último, cruzaron sus miradas, y el guardián de la puerta abrió la misma, haciéndose a un lado para permitir salir al experto.
Fuera de la sala, dos hombres aguardaban. Uno joven, en sus treintas, de pelo y ojos oscuros, y como un metro ochenta de alto, se veía algo tenso. El otro, un hombre apenas más corto de estatura, pero en sus cincuentas, algo más rechoncho que su acompañante y visiblemente despreocupado.
El experto los miró como si no los conociera, manteniendo un gesto adusto, y dijo en voz fuerte y alta para que llegue a ser oída por los que estaban dentro de la sala:
- ¿Quién va? -
- Soy el maestro de ceremonias.- Contestó el más viejo de los dos, en el mismo volumen que su interlocutor.- y traigo conmigo al querido hermano recientemente exaltado.-

Desde dentro, el venerable maestro les contestó.
- Que pasen, que realicen la ceremonia, y ocupen su lugar.- lanzó, en tono perentorio.
- Así se hará.- dijeron al unísono el guardián de la puerta y el hermano experto.

El experto les hizo una seña a los dos hombres frente al umbral, y dando media vuelta, se adentró nuevamente en la habitación. El maestro de ceremonias miró al hombre que tenía al lado, y dándole un leve empujón, le indicó que iniciase la marcha. Su acompañante respondió en el acto envarándose y comenzando la marcha a un paso tenso, marcial, en dirección a la puerta.
Dentro, el guardián se hizo a un lado, mientras que el experto hacía otro tanto contra el lado opuesto, y al momento en que ambos hombres ingresaban al lugar, alzaron sus espadas sobres sus cabezas, chocando metal con metal.
La emoción embargaba al más joven de los hombres bajo la bóveda conformada por las espadas de ambos hombres a los costados de la puerta.
Su nombre era Roberto Bruno, aunque en ese lugar se lo conocía como Giordano Bruno. El lugar era el Gran Templo de la Masonería Argentina, el más famoso templo masónico del país. A pesar de que eran innumerables ya las veces que había asistido a tenidas masónicas en ese templo, en esta ocasión, de su exaltación al sublime grado de Maestro Masón, no podía – ni deseaba - evitar la intensa emoción que lo embargaba.
Sentía que, finalmente, tendría la oportunidad de ocupar una plaza en los mismos puestos que, en los 150 años que llevaba en pie la Gran Logia de la Argentina, habían visto pasar próceres de la talla de Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre, o más recientemente, Alfredo Palacios e Hipólito Yrigoyen, entre tantos otros que ocuparon el sitial del venerable maestro de ese gran templo.
El recuerdo de la innumerable cantidad de artistas; músicos, pintores, escritores, de hombres de ciencia, matemáticos, físicos y químicos; ingenieros y arquitectos, abogados y doctores en medicina, en fin, hombres de todas las especies y formas de pensar y sentir y de concebir el hombre y el mundo que lo rodea, de todos ellos que habían pisado en ese lugar, que habían realizado sus trabajos masónicos allí mismo donde el hollaba en ese momento, impregnaba ese augusto templo con un egrégor indescriptible.>>


Fragmento de La LOGIA de SAN JUAN. © 2011 Constantino Eneas.

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